«A una ciclista indiferente», de Gerardo Valencia.

«Yo te he visto, alta y rubia como una espiga de oro,
cruzar el raudo viento de tu Holanda nativa,
mientras la niebla pasa por tus ojos azules
como un barco indeciso entre el sueño y la vida.
Te he visto en los jardines y al pie de los canales
humedecida en seda tu piel tersa de agua:
reflejo de ti misma, rosa de tus rosales,
emergidas de fuentes que brotan en tu alma.
Te he visto, en fin, helada como una flor helada,
en medio de la brisa tenue de la mañana
con gesto negligente sonreír a la nada,
mientras las ruedas ruedan por tus campos de Holanda.»
En: «Obra poética».
Instituto colombiano de cultura / 1975 / 126 pp.
DSCF2643

«Las cosas», de Jorge Luis Borges.

«El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.»

En: «Antología poética», Jorge Luis Borges.
Oveja negra / 1985 / 128 pp.
$18.000

DSCF2554

«Velocidad», de Carlos Patiño.

«Atrás quedó la ciudad que nos servía de guardaespaldas,
oh Dios cómo nos golpea ahora el aire en los ojos,
cómo éstos verdes campos quieren huir del molde de la realidad.

Atrás quedó la casa donde se oculta nuestra infancia.
Recordaremos toda la vida el estanque en que dormía el duende
y aquella alcoba siempre cerrada cuya llave tenía la muñeca azul.

Atrás quedó ya la gran piedra que custodia el camino,
el árbol que acaba de pasar parece que gritara algo,
un olor a pan fresco nos roza un momento la cara y se queda en la distancia.

Atrás quedó el gallinazo que acompaña nuestro destino,
y sin él, sin su figura familiar, sin su amistad y sin su guía,
a dónde, a dónde iremos?»

En: «La balanza (edición facsimilar)», de Álvaro Mutis y Carlos Patiño.
Ilustraciones de Eduardo Tejada.
El Áncora editores / 2013 / 31 pp.
$30.000

DSCF2445

«Días», de Jaime García Maffla.

«Un día y otro
Así uno y otro pétalo
Al caer
Deshaciéndose
De la flor de la edad
Vueltos melancolía,
Aire olvidado por el aire,
Anocheceres,
Calles entre la lluvia
como el quieto regreso del alma
A su abandono
O esa vida soñándose…
Uno y otro día
En viaje hacia la ausencia
Nunca colmada como adoptada nunca.»

«Días», de Jaime García Maffla.
En: «Las voces del vigía», de Jaime García Maffla.
Instituto Caro y Cuervo / 1986 / 99 pp.
$15.000

DSCF2290

Corazón, de Porfirio Barba Jacob.

 

«Tu, corazón, florido,
rojo fanal en mi pecho encendido,
coágulo bermejo, rosal de pasión:
tú mi corazón, un día serás viejo.

Tu ritmo de onda
de soplos de brisas de huertos de abril,
tu olor de esencia de fronda,
tu triste amor, tu ímpetu febril,

todo lo apagará con mano blanda
el tiempo, de quien eres un cautivo;
y yacerás en cárcel miseranda,
arcón exhausto, muerto supervivo.

Y tu melodía interna,
tu lúbrico ardor extraviado,
tu ronco són de cisterna,
ya entonces habrán pasado.

¡Ah, corazón florido,
rojo fanal en mi pecho encendido,
coágulo bermejo, rosal de pasión…
Ah, mi corazón…
Ah, mi corazón… »

En: Poesías completas, de Porfirio Barba Jacob.
Prólogo de Daniel Arango.
Editorial Latinoamericana / 240 pp.
$17.000

 

21682693_1669793433045243_1691831877_o

Cuando fuimos uno con otro.

«Cuando fuimos uno con otro
contamos numerosas estrellas.

Cuando hacíamos el amor
las noches se detenían en la nuestra.

Cuando de toda palabra nos recibíamos
escribíamos un libro.

Los dioses no han sido derrocados
y su poder nos asignó varios caminos.

Cuando nos separamos
todo retornó al futuro y al vacío.

Habíamos recobrado nuestra contingencia
y el pasado habitaba en la memoria.»

En: «Summa del cuerpo», de Harold Alvarado Tenorio.
Deriva ediciones / 2002 / 163 pp.
$16.000

 

21432800_414557992279664_171635628243109986_n

[I. La luz de la lámpara, atenuada por la pantalla violeta, se desmaya sobre la mesa…]

La luz de la lámpara, atenuada por la pantalla violeta, se desmaya sobre la mesa.
Los objetos toman un tinte sonambulesco de sueño enfermizo; diríase que una mano tísica hubiera acariciado el ambiente, dejando en él su languidez aristocrática.
Una campana impiadosa repite la hora y me hace comprender que vivo, y me recuerda, también, que sufro.
Sufro un extraño mal que hiere narcotizando; mal de amores, de incomprendidas grandezas, de infinitos ideales.
Mal que me incita a vivir en otro corazón, para descansar de la ruda tarea de sentirme vivir dentro de mí misma.
Como los sedientos quieren el agua, así yo ansío que mi oído escuche una voz prometiéndome dulzuras arrobadoras; ansío que una manito infantil se pose sobre mis párpados cansados de velar y serene mi espíritu rebelde, aventurero.
Así desearía yo morir, como la luz de la lámpara sobre las cosas, esparcida en sombras suaves y temblorosas.»
Fragmento de «Inquietudes sentimentales».

En: «Poesía reunida», de Teresa Wilms Montt.
Editorial Alquimia / 2016 / 93 pp.
$44.000

DSCF1935

«El atardecer», de Fabio Salazar Hurtado.

Vesperales cortejos ya se anuncian,
es la tarde que llega quedamente,
el día su ocaso ya presiente,
otros tonos de luces se pronuncian.

Decrecer de los haces luminosos
que se tornan en lampos coloridos,
en natura asombrada han nacido,
otros fulgores de luces cadenciosos.

Cambia la luz en el domo convergente,
los azules se vuelven luminosos,
en ráfagas de tonos envolventes,
el ocaso se viste pretensioso.

Sucesión de rojos y ambarinos,
aparecen en súbito cortejo;
es el día que en su último suceso,
exhibe sus colores vespertinos.

Ya la montaña presiente el abandono
de la luz que penetra sus entrañas,
y se delinea en ritual a tono,
de azules en que se torna su maraña.

Ya de la noche el misterio se presiente,
el día lanza un quejido errabundo,
la luz se vuelve falleciente,
en estertores de colores moribundos.

En el aire levitan los sonidos,
ingrávidos y en rojo danzarino,
es el día apenas fenecido,
es el ocaso que llega ambarino.

Al caer la tarde aparecen
las ninfas de los bosques y ríos,
y en ritual delirio acontecen
con la luz que les infla su atavío.

En: «De natura», de Fabio Salazar Hurtado.
Ilustrado por Walter Orrego.
Ediciones Palabra Mayor / 2012 / 123 pp.
$18.000

DSCF1806

[miro mis zapatos sin pies…]

miro mis zapatos sin pies
y me pregunto si el regreso existe
si abandonar no vuelve más pesado el camino
si donde voy se llama aún ilusión
naufragio o lugar

hay heridas que curan otras heridas
hay pérdidas que enriquecen otras pérdidas

miro mis zapatos sin pies y me digo
mi vida sólo es desorden y confusión
y este hueco que empieza a crecer
¿hay que evitarlo o excavarlo más?

En: «El azar y la pérdida», de Stéphane Chaumet
Escarabajo Editorial / 2017 / 99 pp.
$25.000

19665671_388450898223707_4575195480482842738_n